Es una de las gemas más antiguas que se conoce. Existe, prácticamente, desde que nació el mundo. Así como el Lapislázuli, también la malaquita fue piedra predilecta de reyes y faraones. Símbolo de cambio y creatividad. Su densidad no transparente absorbe fácilmente la energía y éste es el secreto de su poder y eficacia en las experiencias de meditación para facilitar la concentración. Puente de equilibrio entre los chakras, sirve por igual a todas las partes del cuerpo, resulta beneficiosa si se la usa conjuntamente con azurita o crisocolla. Por su facilidad de absorción magnética, la malaquita debe ser cuidadosamente limpiada después de su uso para que mantenga su capacidad vibratoria benéfica. El agua y el sol son insustituibles en este proceso. Su vibración equilibrante restaura el sistema nervioso y armoniza los problemas de índole emocional. Es también espejo síquico que absorbe energías negativas, por lo tanto se debe limpiar diariamente. Calma los dolores físicos, especialmente en los que afectan el bazo y el páncreas.
Es magnífica para concentrarse y meditar, llevando al individuo a estados de gran belleza interna. Aleja las influencias síquicas negativas, calma y relaja los procesos mentales, estimula el nervio óptico y mejora la visión.